domingo, 23 de mayo de 2010

el chico que no soñaba cuando estaba en Filadelfia

Decía que no soñaba y a mi me parecía extraño.

Donde se habrán ido esos sueños? desde entonces pienso que hay un agujero negro de sueños en Filadelfia, y me preocupa, no os creáis, porque es una cosa seria.

Nos visualizo sentados en la mesa de la terraza, la misma en la que hace unos minutos estaba hablando con Andrés; me recuerdo apartando el humo con las manos, pensando en que cuando estoy con ellos parece más fácil confesarse cuando tienes más que aire en los pulmones. Esa terraza empieza a acumular grandes momentos y acaba de estrenarse. Fue ahí, precisamente, donde me enteré de que no había soñado ni siquiera una vez en un año, en ese momento dije en voz alta que escribiría sobre ello.

Duran una milésima de segundo, aunque te puedan parecer horas, aunque parezcas ser capaz de recordar todo con detalles. La mesa sin mantel, el fotógrafo curioso, la sensación de extrañeza, y todo en menos de un segundo. Hay cosas que no dejan de sorprenderme.

Yo me acuerdo cada mañana, durante un rato, y luego se me olvidan; igual que se me olvidan el centenar de imágenes curiosas que cada día pasan por mi retina. Todos los personajes de cada trayecto en renfe, el borracho de esa discoteca o el niño que hacía pis en la cuneta porque no podía aguantarse. Te olvidas. Sabes que existieron, sin más, como esos sueños que se evaporan mientras te lavas los dientes después de desayunar. Pero sabes que existieron.

Supongo que debe ser raro vivir en Filadelfia y no soñar. Levantarte cada mañana sin la sensación de haberte quedado a medias de algo, o sin buscar sincronización a esas vivencias en tercera persona aún a sabiendas que eras tú mismo, la esperanza de que si cierras los ojos volverás donde lo dejaste y no te quedarás con la intriga de como terminaba aquello. La esperanza de un final feliz, de que el despertador te sepa a THE END y no a final de temporada sin nada resuelto.

No me gustaría no soñar.

Hay cosas que me gusta saber que existieron, aunque se me acaben olvidando.

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