Taza visita Florencia

Súper, súper O.S. (organizadora de saraos) es lo que voy a ser de mayor. Mi amiga es mucho peor, ella quiere ser súper, súper algo, pero todavía lo está decidiendo.

Salí de Madrid con mucha ilusión, a pesar de que Guille no iba a encontrarse conmigo en Firenze. La llegada fue recibida por un extenso grupo de residentes que me escrutaban y centraban su mirada en un punto muy concreto de mi anatomía. Mi cara lo decía todo, estaba roja de vergüenza. Lo olvidé, me pasé toda la noche hablando en español con un italiano, estaba encantada, ¡nos entendíamos!

El jueves tocaba visita turística, observamos que los italianos aprovecharon que era el día del padre para perseguirnos por toda la ciudad. Lástima que no conociesen los rinconcitos especiales, como la pastelería (me tuvo que echar porque me lo comía todo), el “restaurante Mamma” y la tienda de productos “vintage”.

El viernes amanecimos en Bologna. ¡Qué estrambótico es ser laureado! Conseguimos un dos por uno en agua y en la piadina, es lo que tiene ser tan guapita de cara. Estefanía fue una buena anfitriona, incluso se reía de mi escandalosa interpretación del programa “quien te tienta a las 9:30”.

El sábado volvimos al puente más bello de Italia. Nos tocaba preparar la cena-por-mi. El revuelto de patatas sustituyó a la tortilla española (la sartén reclamaba su ración) y las croquetas se podrían llamar cro-rapi-tas (creando nombres soy una profesional, o eso dicen).

El domingo tocaron sobras de desayuno y de cena, para comer compré el enésimo ‘gelato’ del viaje (lástima, no pude probarlos todos). Día de reconciliaciones y de cotilleos después de la fiesta.

Agradezco el viaje, las miles de conversaciones, la simpatía de todos y la belleza de otros. Gracias por formar parte de todas mis anécdotas en Florencia. Un besito gordo.
Me enrollo como siempre. Me faltan dos cosas: agradecer el permiso de “Quintyhara’s world” para publicar este post y (espero) colmar las expectativas de sus seguidores.